Premiar
a nuestros alumnos, una mirada diferente
Si hay algo que caracteriza al
postmodernismo, sin duda, es la inmediatez. Hay
una búsqueda de resultados de rápido alcance, de logros que llegan sin
tardanzas, súbitos. No importa mucho si están sostenidos por certezas que van a permanecer en el tiempo.
Esto trajo
de la mano, un cambio en el “criterio de éxito”.
“La escuela reproduce la sociedad”,
introduciendo este elemento en nuestras aulas.
Pero la
inmediatez conspira, se opone, se contradice con el APRENDIZAJE, que está muy
distante de ser algo fugaz.
Este PROCESO, requiere de TIEMPO. Hay
infinitas variables que intervienen en él, factores genéticos, interés en los
contenidos abordados, motivación, acceso a diferentes fuentes de información,
acompañamiento y valoración familiar, etc.
Hay un aspecto que a través de los años fui
intensificando y sosteniendo en mi práctica docente, “premiar a mis alumnos”.
Los “beneficios” que acarrean estos reconocimientos son innumerables. Desde el
refuerzo de la autoestima, el sentimiento de arraigo al grupo de pertenencia, el
“auto-permiso” para equivocarse, entendiendo el error como una oportunidad para
crecer.
La palabra precisa, en el momento justo, por
parte del docente, han revertido
situaciones de apatía, desinterés, inseguridades, dubitaciones y hasta de mal
comportamiento. El impacto es innegable. Más de un alumno ha
podido“descubrir”que tiene capacidades y posibilidades de ser un buen
estudiante. SIEMPRE que alguien participa, es valioso el hecho en sí, porque
está involucrado en el tema.
Me ha pasado muchas veces cambiar la
orientación del plan de clase para darle el LUGAR a algún alumno que no se
había destacado mucho hasta ese momento. Tal vez tenía información sobre algún
tema colateral, había leído, se había informado, le habían contado. La
sensación de LOGRO que tuvo ese día lo afirmó como persona y como estudiante,
algo que posiblemente no olvidará. Lo afirmo porque me pasó.
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